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Reseña de: "Indiana Jones y el dial del destino" por Adrián Gómez Alonso

" Debería estar en un museo" decía Henry Jones Jr sobre la cruz de coronado en La última Cruzada. Seguramente, muchos espectadores milennials pensaran lo mismo de nuestro protagonista, ignorantes de que el cine palomitero que consumen se debe, en gran parte, al camino abierto ( a nivel artístico y, sobre todo, comercial) a sus andanzas cinematográficas y a las de Star wars, ambos creación de Lucasfilm, hoy en día ( cómo Willow) propiedad de la temible Disney, que adecua sus productos a esquemas woke, traicionando ( casi siempre) la esencia de la franquicia pertinente..pero, afortunadamente, no es éste el caso que nos ocupa.

Era necesaria ésta secuela? Definitivamente si. Una digna despedida a un mito, tras la muy odiada e incomprendida La calavera de cristal.

Indiana Jones se pasea por Tenebris contracultura, por sus escarceos por el ocultismo, tan caros al nazismo y a la saga. Así, nos enfrentamos en el prólogo a un joven Indy, rejuvenecido digitalmente, en plenos años 40, tras la lanza de Longinos ( al fin!) tan codiciada por el fuhrer como el arca de la alianza o el Santo grial. La aventura previa se aproxima a la media hora, presentándonos a los caracteres de Toby Jones y Mads Mikkelsen, fundamentales en la trama posterior, e incorporando al nazi cinematográfico por excelencia ( con permiso de Antón Drifting), el brutal y carismático Thomas Kretchsman ( Stalingrado, El pianista, El hundimiento, Valkiria) , villano del episodio nocturno y ferroviario, que sirve de precalentamiento ( a pesar del CGI, que, a ratos, nos saca del film, y parece que estamos con Tintín) para lo que nos espera.



Finales de los 60, en Nueva York, el doctor Jones es despertado con los acordes de Magical Mistery Tour, por sus vecinos.No comprende lo que está pasando. Ni la guerra de Vietnam , ni el hippismo, ni la llegada a la luna ( suena Space Oditty). Todo le ha pasado factura, a nivel emocional y familiar, y lo ha marcado irreversiblemente. Se encuentra,en plena jubilación, con un alumnado desinteresado. Ésto y que es un héroe fuera de tiempo y de lugar ( en todos los sentidos) da lugar a una interpretación metacinematografica de gran interés, acaso el punto fuerte de ésta aventura espectacular y crepuscular.


Aparece el personaje de Boyd Holbrook, asesino a sangre fría y mano derecha del de Mikkelsen ( en la mejor tradición de los nazis refugiados al estilo Ira Levin) que devuelven parte del sadismo y la seriedad de la entrega original. Aparece el ambiguo y cambiante personaje de Phoebe Waller Bridge ( más pasable y menos oportunista de lo que se esperaba) y, con ellos, el mcguffin de la historia: La anticitera, según Arquímedes, que nos lleva por el mapa , inherente al encanto de la franquicia, a visitar diferentes puntos del globo. Desde Tánger ( con una aparatosa persecución de carricoches) hasta Grecia, con un clímax ajeno al fandom service, que incluso colinda con el péplum, en una odisea por tierra, mar y aire, que humaniza a Indy, con un pulso narrativo clásico, autoría de James Mangold ( director de joyas como Copland o Lemans, y de esa cumbre superheroica que es la también otoñal Logan). Pocas concesiones a la nostalgia ( sólo la intervención de Sallah-John Rhys Davies y referencias a Él templo maldito), humor bien dosificado y un final inesperado..que concilia al arqueólogo con crítica y público en un perfecto blockbuster veraniego, con escenas tan logradas como la desnudez de la vulnerabilidad y revelación traumática, causa del abandono existencial del arqueólogo. Todo un momento.

Me sobran el efebo oriental y un cargante Antonio Banderas, que aportan poco ( o nada ) al desarrollo argumental

Lejos de la brillantez del retorno de otra leyenda como Mad Max: Fury Road ( la mejor película de acción del siglo XXI, con todos los respetos a Ethan Hunt) , o la vena satírica de la inteligente y necesaria Matrix Resurrections, el Dial del destino no pretende superar tales metas de estas dos joyas de la Scifi moderna, en términos de regresos triunfales...pero si da sopa con hondas a Momias, Jack Sparrows, Star wars Abrahams ( excepción de Dave Filoni) y marveladas varias.

La película del verano? Ahí están Oppenheimer y Sentencia mortal. Difícil lo tiene. Pero, sin lugar a dudas, recupera ese sentido de la aventura, que nos hizo soñar hace cuarenta años ( y que recuperó, parcialmente, Honor entre ladrones) y reencontrarnos con el hombre del látigo y el sombrero..al que muchos ( industria incluida) le debemos mucho..

Gracias por éste último viaje.


 
 
 

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