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Stop Making Sense: 40 años después. Por Adrián Gómez


" Os voy a poner una cinta" dice David Byrne en un teatro vacío...hemos seguido sus pasos del backstage al escenario, en un travelling por obra y gracia de un Jonathan Demme, después de El eslabón del Niágara (1979) y antes de Algo salvaje..suena Psycho Killer, con un Byrne epileptico armado únicamente por una guitarra acustica. Tina Weymouth se une con su bajo, con la algarabía de un público que se oye pero no se ve, y nos llevan literalmente al cielo..Heaven nos impacta desde la pantalla de cine, en ésta asombrosa restauración de A24 de uno de los ( si no el mejor, en dura pugna con El último Vals (1978) ) conciertos filmados de la historia del cine y del Rock. Se monta la tarima y se suma Chris Frantz irrumpiendo la percusión en el show. Primeros planos, entre sombras y luces, gracias a la fotografía de Jordan



Cronenweth, recién salido de Blade Runner. Todo funciona a la perfección, y la planificación es de un virtuosismo de escándalo. La fama del rockumental no es en balde , pues la sinergia entre el líder de la banda y el realizador es impecable. Una coreografía de un espectáculo concebido por el cantante y compositor, storyboard mediante, plenamente integrado en las tablas, dentro y fuera, del director. El teclista y guitarra Jerry Harrison, es el broche que cierra la formación, hasta la llegada del teclista Bernie Worrell, entre teclados y mandíbulas batientes, las coristas , más percusión y más electricidad. Estalla Burning Down The House y la química es palpable en ambas plateas. La sincronización es perfecta, y los bailes espasmódicos de David lo convierten en, digámoslo ya, uno de los mejores frontmen de todos los tiempos. Naive Melody suena en un entorno doméstico, cómo calma de una tempestad funky; This must be the place, que un servidor descubrió en Wall Street (1987), pasando el testigo Oliver Stone a Paolo Sorrentino , para que Sean Penn encuentre Un Lugar donde quedarse (2011). La fusión entre ritmos africanos y electrónica llega al culmen con el himno Once in a Lifetime, con David transmutado en predicador con gafas de pasta. Un momento de relax y turno para Tom Tom Club, el proyecto paralelo de Weymouth y Frankzt. Genious of Love sirve de transición a la recta final. Reaparece el auténtico Plastic Man, con el icónico ( a partir de aquí) traje de las tres tallas. El cuerpo reacciona antes que el cerebro según el cabeza parlante. Por fin vemos al público, eufórico e insaciable. Take me to the River es el colofón, Al Green filtrado por Talking Heads. No le busques sentido...sólo siéntelo, porque no hay tregua, para un show cuya sincronización depende del feeling del momento..

Mucho más que un revival nostálgico, Stop Making Sense permanece hoy en día incluso más actual que en 1984.. Vete al cine y comprobarás porqué..

Im Still Ready!!


Adrián Gómez Alonso




 
 
 

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Guest
Mar 19, 2024
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