Las tres caras de Nelly Bly por Gara Lacaba
- Tenebris
- 30 jul
- 6 Min. de lectura

En este artículo exploramos un viaje a través de los muros que separan la cordura de la locura. El análisis trata de encontrar paralelismos entre figuras intrépidas que se aventuraron en los secretos de los manicomios, considerados en su tiempo mausoleos de la razón.
Esta idea se centra en tres individuos notables que, a su manera, habitaron el reino de la demencia: la pionera periodista Nelly Bly, la figura ficticia Lana Winters de "American Horror Story: Asylum", y la perspicaz investigadora Alice Gould de "Los renglones torcidos de Dios". Sus respectivas odiseas resuenan con una verdad inmutable: la frontera entre la lucidez y el desequilibrio es, a menudo, más tenue de lo que se parece, sugiriendo que la verdadera locura reside, en ocasiones, más en los observadores que en los observados.
Nelly Bly: Bajada a los infiernos.
Retrocedemos a finales del siglo XIX, a una época donde la ignorancia y la indiferencia cubría las atrocidades perpetradas en los asilos de dementes. Es en este escenario sombrío donde aparece la figura de Elizabeth Cochran Seaman, más conocida por su seudónimo, Nelly Bly. Una periodista de una audacia que desafiaba los cánones de su tiempo, una mujer que no se contentaba con las noticias superficiales, sino que anhelaba descifrar la verdad oculta tras los muros.
Su obra cumbre, "Diez Días en un Manicomio" (1887), no fue el resultado de una investigación distante, sino de una experiencia vivida, una zambullida voluntaria en la oscuridad. Nelly Bly, con una determinación férrea, fingió la locura para ser admitida en el infame Women's Lunatic Asylum en Blackwell's Island, Nueva York. Su objetivo no era otro que el de desenmascarar las condiciones inhumanas, los tratos crueles y la negligencia que allí reinaban.
La narración de Bly es un descenso a los infiernos. Describe con una precisión escalofriante el hedor a podredumbre y desesperación, el hacinamiento, la falta de higiene, la comida nauseabunda y, lo más perturbador, la total deshumanización a la que eran sometidas las pacientes. Nelly fue testigo de cómo mujeres cuerdas, en su mayoría inmigrantes o desamparadas, eran confinadas por meras excentricidades o la ausencia de un protector masculino. La “cura” era la tortura: baños helados, palizas, privación del sueño y la compañía de verdaderas lunáticas, que exacerbaban cualquier atisbo de cordura.
Su prosa, aunque periodística, posee una crudeza gótica. Nos transporta a un lugar donde la razón languidece y la esperanza se desvanece. La valentía de Bly no solo radica en su acto de infiltración, sino en su capacidad para mantener su cordura intacta en medio del caos, para observar con objetividad y para, finalmente, revelar al mundo las verdades más incómodas. Su trabajo no fue en vano; provocó reformas significativas y arrojó luz sobre un sistema opresivo.
Lana Winters: La Pluma Manchada por la Locura en Asylum
Ahora, dirijo la mirada hacia el reino de la ficción, donde la realidad se deforma y se magnifica para explorar las profundidades del horror. En la segunda temporada de "American Horror Story: Asylum", nos encontramos con Lana Winters, una periodista ambiciosa en la década de 1960. Al igual que Nelly Bly, Lana busca una historia, un reportaje que la catapulte a la fama, y su objetivo la conduce al siniestro manicomio de Briarcliff.
Sin embargo, a diferencia de Bly, la incursión de Lana no es voluntaria en su totalidad. Ella se acerca a Briarcliff con la intención de exponer la crueldad del Dr. Thredson, un psiquiatra en apariencia benevolente. Pero en un giro perverso del destino, y con la complicidad del propio Thredson (quien resultaría ser el asesino serial "Bloody Face"), Lana es declarada insana y confinada contra su voluntad.
La estancia de Lana en Briarcliff es una agonía prolongada. Es sometida a terapias de aversión extremas, electroshocks brutales y una constante manipulación psicológica. Los muros del asilo no solo albergan la locura de los pacientes, sino también la depravación de los guardianes. Monjas sádicas, médicos desquiciados y experimentos aberrantes son parte del día a día de Lana. La serie no escatima en representaciones gráficas de la violencia y la tortura, elevando el horror a un nivel visceral.
La lucha de Lana por mantener su identidad y su cordura es el tema central. A pesar de los intentos de anularla, su espíritu periodístico y su deseo de supervivencia la impulsan. Ella se convierte en una prisionera de su propia ambición, pero también en una testigo. Su voz se convierte en el eco de las almas silenciadas de Briarcliff, y su eventual escape y la posterior publicación de su libro, "Maniacs: The True Story of Briarcliff Manor", son una catarsis y una reivindicación. Lana encarna la resiliencia humana frente a la adversidad más abyecta, transformando su trauma en un testimonio.
Alice Gould: El Intelecto Atrapado en "Los Renglones Torcidos de Dios"
Finalmente, volvamos a las páginas de la literatura, a la maestría de Torcuato Luca de Tena y su inmortal obra, "Los Renglones Torcidos de Dios". Aquí, nos encontramos con Alice Gould, una investigadora privada de una agudeza mental extraordinaria, quien se interna voluntariamente en un sanatorio mental. Su misión: esclarecer la misteriosa muerte de un paciente y, para ello, debe comportarse como una paranoica.
La infiltración de Alice, al igual que la de Nelly Bly, es un acto de estrategia. Ella teje una compleja red de mentiras y verdades, creando una historia clínica convincente que le permite el acceso al enigmático hospital psiquiátrico. Sin embargo, a medida que profundiza en el microcosmos del sanatorio, la línea entre su realidad y la realidad de los internados comienza a difuminarse.
La novela de Luca de Tena es una obra maestra de la ambigüedad psicológica. El lector es arrastrado a un juego de espejos donde la cordura de Alice es constantemente cuestionada. ¿Es ella realmente una investigadora privada, o es una paciente genuina con una compleja delirio de grandeza? La maestría del autor radica en mantener esta duda hasta el último renglón. "Los renglones torcidos de Dios" son, en última instancia, los caminos de la mente humana, donde la lógica se retuerce y la percepción se distorsiona.
Alice se enfrenta no solo a la locura de los demás, sino a la posibilidad de la suya propia. Los psiquiatras del sanatorio, figuras de autoridad, interpretan sus acciones y palabras como síntomas de su enfermedad, creando un círculo vicioso de confirmación. La novela explora la fragilidad de la identidad, la influencia del entorno en la percepción de la realidad y la facilidad con la que un individuo puede ser despojado de su razón por un sistema que se cree infalible.
Un Tejido Común
Al examinar estas tres narrativas, emerge un tejido común, un hilo oscuro que las une a través del tiempo y las disciplinas. Nelly Bly, Lana Winters y Alice Gould, aunque separadas por épocas y circunstancias, comparten una experiencia fundamental: la vivencia de un manicomio desde su interior, la confrontación con la cara más sombría de la psique humana y la institucionalización de la locura.
En todas ellas, se manifiesta la falacia de la autoridad y la presunción de cordura. Los psiquiátricos, en estas narrativas, no son lugares de curación, sino de confinamiento, de anulación de la individualidad. La línea divisoria entre el "sano" y el "loco" es impuesta por aquellos en el poder, a menudo con motivaciones egoístas o una ignorancia abismal.
La brutalidad, la deshumanización y la manipulación son temas recurrentes. Nelly Bly documentó la barbarie explícita, Lana Winters la experimentó de primera mano con una visceralidad aterradora, y Alice Gould se enfrentó a una forma más sutil pero igualmente devastadora de opresión psicológica. En los tres casos, la reclusión no solo afecta el cuerpo, sino también el espíritu, poniendo a prueba los límites de la resistencia humana.
Estas historias, sean reales o ficticias, sirven como recordatorios sombríos de la vulnerabilidad de la mente y la facilidad con la que la verdad puede ser oscurecida por la conveniencia o la crueldad. Nos invitan a cuestionar las estructuras de poder, a mirar más allá de las etiquetas y a reconocer la humanidad inherente en cada individuo, sin importar su estado mental.
En el oscuro espejo de los manicomios, Nelly, Lana y Alice reflejan no solo la locura de los que allí moran, sino también la locura de una sociedad que, en su afán por categorizar y controlar, a menudo olvida la compasión y la comprensión. Sus voces, un eco a través del tiempo, nos urgen a recordar que los verdaderos demonios a menudo no se encuentran detrás de los barrotes, sino en los corazones y las mentes de aquellos que los construyen. Y con esta reflexión, dejamos que la sombra del enigma persista, invitándoles a continuar la búsqueda de la verdad en los rincones más oscuros de la existencia.
Gara Lacaba Toledo
Comentarios